Ya está. ¿Y ahora qué? Ahora sólo nos quedan los recuerdos. Por todas partes. En cada rincón. En cada canción. En cada frase. En cada momento. En cada carcajada. Imágenes impregnadas en nuestra retina. Veo a Pilar por todas partes. Y como yo imagino que todos y cada uno de aquellas personas que la conocieron o que por un motivo u otro se relacionaron con ella.
No sé que vamos a hacer si ella en esta vida. Me tranquiliza saber, que allí donde esté la estará liando fijo.
No he visto nunca un funeral tan bonito, tan emotivo, tan especial ni tan singular.
Pero empezaré por el principio.
He llevado a las peques al cole y nos hemos ido al Tanatorio de la Ronda de Dalt. Cuando hemos subido al primer piso, donde esta su sala, lo primero que he visto ha sido a sus niños. La niña me saluda tímidamente con la mano y me voy hacia ellos. Me ha dado un gran abrazo y he intentado contenerme. Después el niño. Y ya no he podido más y me he tenido que retirar, porque esto me supera. A los cinco segundos llega mi cuñada con mi sobrina, amiguísima y compañera de clase de la hija de Pilar. Se han dado un abrazo enorme las niñas y yo ya no sabía que hacer ni con mi cuerpo ni con mi existencia. Me he ido, no podía más. He bajado a la planta baja con mis compañeras del coro. Al final, por petición del marido hemos cantado. Y hemos cantado, el temible Burden Down que yo quería borrar del repertorio y el I need you to survive, que a ella tanto le gustaba y nos organizaba para cantarla.
Todo recuerdos.
Hemos entrado a la sala donde se iba a hacer la ceremonia. Una sala enorme. Y fría. Nada más entrar, hemos visto un hermoso piano de cola.
El director lo ha abierto y hemos empezado a hacer vocalizaciones y a calentar la fría voz. Hemos cantado Burden Down una vez por eso de repasar y ver si éramos capaces de llevar a cabo la dura tarea de cantar en un momento como este. En mi caso, no es la primera vez. En Diciembre de 2010, murió Joan, un compañero del otro coro, con sólo 34 años, accidente laboral. Otro drama. Y también cantamos. Pero esta vez, me ha costado mucho.
Mientras cantábamos el Burden Down, me temblaba todo el cuerpo y no podía dominar ni controlar mi pierna derecha que se movía sola. Frío en el cuerpo y destemplada. Extraña sensación. La sensación era de estar flotando en un globo.
Mientras preparábamos la segunda canción, ha entrado la alcaldesa de Sant Cugat y algunas autoridades más a saludarnos y mostrarnos su apoyo. Muchas gracias. En estos momentos los necesitamos más que nunca. Y de repente se ha ido llenando la sala. Gente y más gente. No paraba de entrar gente. Más de 500 personas allí congregadas por Pilar.
Y hemos abierto la ceremonia nosotras, cantando el Burden Down. Desde mi posición, casi de espaldas a lo que vendría siendo el púlpito detrás del piano, no podía ver a los niños si no me giraba un poco. Pero no lo he hecho. Si lo hacía estaba lista. No hubiese podido cantar. Acaba la canción y nos sentamos. Y la imagen del marido, entero y animando y prohibiendo a todo el mundo llorar y los dos niños y mi sobrina apoyando a su amiguita en estos duros momentos me ha conmovido de nuevo y vuelta a llorar.
Han habido varias lecturas. Muy bonitas. Divertidas. Anécdotas recordando a Pilar tal y como era ella. Era tantas cosas... profesional como la copa de un pino, amiga muy querida y muy especial, una cachonda, guerrera, lider nata: por lo visto dirigía a todo el mundo (y no esperábamos menos de ella, si no, no sería Pilar).
En su ceremonia, han brindado (ahora no sé si era lambrusco o no era lambrusco), en resumidas cuentas, ella odiaba el lambrusco.
En su ceremonia hemos cantado. La hemos despedido, como seguramente a ella le hubiese gustado, haciendo algo por lo que ella tenía pasión: cantar.
La han recordado como era en la radio, haciendo su trabajo y lo bien que siempre hacía sentir a la gente. Y la chica que ha hablado, me ha encantado.
Nunca había visto tanto amor concentrado en una sala fría de tanatorio, que por suerte fue calentándose con tanto calor humano.
En un momento dado, una de las personas que tenía que leer, se ha visto incapacitado y se ha retirado. El marido se ha levantado a animarlo y se ofreció a subir con él al atril para acompañarlo, pero el pobre hombre aún se ha puesto peor. Y no es para menos. Hoy se tenía que ser muy valiente para subir a un atril y dedicarle unas palabras de despedida a nuestra Pilarica. Han ido pasando y al final, el hombre pudo subir al atril y cumplir el objetivo. Eso sí, con el marido de Pilar a su lado, abrazándole, dándole todas las fuerzas que seguramente Pilar le daba a su marido para dirigir toda la ceremonia.
Y después hemos cantado nosotras otra vez. I need you to survive. Y la gente cantaba. Y esta vez he mirado a los niños. Y los he visto, padre e hijo. Hijo llorando. Padre cantando y llorando. Y no lo he podido resistir. Y me he puesto a llorar. Y no salía ni una maldita nota de mi boca. Y no daba pie con bola con la letra. Así es que movía los labios sin omitir sonido. Finalmente me he recompuesto y he cantado con rabia. Con fuerza. Con un par de narices. Por ella. Porque ella lo ordenaba.
Y después del I need you to survive y para acabar la ceremonia, hemos cantado el "Bravo", una canción que se canta en la familia Gefaell en todos sus encuentros familiares y canción que también ella propuso que cantáramos en nuestra cena de navidad del coro y que cantamos. Y se han unido al coro, un montón de familia y la niña... y todos cantando y llorando.
Ha sido muy difícil pero lo hemos conseguido todos. Los que hablaban y los que cantábamos. Por ella.
Ha sido muy emocionante, cuando hemos acabado de cantar el I need you to survive, ver toda la sala en pie fundida en un largo, pero largo - largo aplauso. Y después del "Bravo" más aplausos.
Hasta hoy, en su funeral, ella me ha enseñado cosas. No se puede ser más grande. No se puede brillar más. No se puede derrochar más amor del que ha derrochado ella en todos y cada uno de los que allí estábamos (y los que no han podido venir hoy, pero vinieron ayer y los que no han podido venir ninguno de los dos días).
Y ya está. ¿Y ahora qué? Ahora sólo nos quedan los recuerdos. Por todas partes. En cada rincón. En cada canción. En cada frase. En cada momento. En cada carcajada. Imágenes impregnadas en nuestra retina. Veo a Pilar por todas partes.
Cuando me dio la sillita del coche que sus niños ya no usaban para Júlia, que ahora utiliza Berta.
Cuando tuvo un rebentón y llegó el agua hasta mi casa (ella vivía en el tercero y yo en el primero) y vaya cachondeo tuvimos.
Cuando me decía: "Tú lo que tienes que hacer es buscarte un grupo y cantar de solista" y yo le decía: "Pilar, si yo soy alma de coro..." Y ella, erre que erre, con que me tenía que buscar un grupo para cantar de solista.
Cuando la veía por las mañanas, llevar a sus niños al cole, mientras yo iba en coche a llevar a las mías.
Siempre liada con el móvil, enseñándonos versiones de canciones de gospel.
En el coro, la tenía justo delante y cuando hago mi solo en Amazing Grace, aún la veo haciéndome la mueca y el gesto con las manos, diciéndome que sonriera, estirándose los labios con los dedos.
El otro día, subí a su casa un momento, y mientras los niños me enseñaban su super Belén, ella insistiéndome en que me comiera una croqueta que acababa de hacer, "cómete una cocreta mujer", "que no Pilar, que ahora voy a cenar" "qué te comas una cocreta hombre" y al final me la comí, a ver quien le decía que no. Por cierto, buenísima.
O el otro día, cuando fui a ver a los Alabama's Gospel Choir, no me dio tiempo y con las prisas no me acordé que tenía que haber subido a su casa, para subirle los CD Solidarios de Radiochanky y cuando conducía dirección Barcelona, me suena el móvil y una voz al otro lado me dice: "Amparo, ¿dónde estás?... y bajó a mi casa a buscar los CD's para repartirlos a las compañeras y recogió el aceite para cáritas a cambio del CD...
O cuando yo estaba en la terraza de mi casa y la oía hablar por teléfono en su ventana, o como le explicaba cuentos a los niños.
O las fiestas de cumpleaños que le montaba a los niños, con un payaso amigo suyo.
O encontrártela en cualquier sarao del pueblo...ejerciendo de caparrot.
Con el megáfono, en la fiesta de final de curso, cuando iba a ver el festival de mis sobrinos...
O la otra noche en el karaoke, cantando como locas...
O esa misma noche, la que lió con unos jóvenes que había tocando la guitarra en la Plaza Pere San... hacía mucho tiempo que no me reía tanto.
O ... tantos y tantos recuerdos, que quedan ahora registrados en nuestros discos duros que poco a poco iremos procesando y los que me vendrán, porque hacía 22 años que la conocía.
Hasta hoy, en su funeral, ella me ha enseñado cosas. No se puede ser más grande. Tenía un carácter especial. Era puro torbellino.
Y estoy convencida de que Pilar Gefaell, ha tenido el funeral que a ella le hubiese encantado tener. Gracias a todos y en especial a ti Javier, que nos has hecho las cosas tan fáciles a todos. Y por si algún día lees esto, espero que te llegue nuestro más afectuoso abrazo. De tus vecinos de abajo a la izquierda.
Os dejo la canción del I need you to survive, no iba a despedir este post sin compartirla también con vosotros. Gracias por seguirme y preocuparos por mi. Mil gracias por todas vuestras muestras de cariño. Os quiero a todos. Besitos.