Conciliando vida laboral y familiar
Árdua tarea esta de conciliar vida laboral y vida familiar. ¡Qué duro es ser madre! ¿Quién me lo iba a decir?
En otros tiempos fui adicta al trabajo y ahora soy adicta a mi hija. Aunque mal lo tengo, pues los autónomos ya se sabe... llevo cuatro meses de baja de maternidad y uno de vacaciones (bueno de baja por una tendinitis del copón). El viernes iré a pedir el alta voluntaria, ya que Sara, mi empleada se marcha de la empresa (ha aprovado las oposiciones para ser Mossa de Escuadra y más adelante csi).
No sé que voy a hacer. La empresa: mucho trabajo, poco dinero. Esto es muy duro y ahora con la peque más.
Se me plantean varias opciones, seguir sola y a ver que pasa, traspasarla (es una opción poco viable, ya que es un negocio dificil de traspasar), o cerrar (mi orgullo no me lo permite). En conclusión: seguiré sola y hasta donde llegue. No me puedo permitir el lujo de pagar a otra empleada de momento.
Es un tema que me agobia profundamente, y probablemente gracias a este blog me pueda desahogar. Y ahora que tengo seguidoras, más. Me ha hecho mucha, mucha ilusión haber recibido 3 comentarios, gracias chicas. Esta noche estoy tan hecha polvo que no iba ni a escribir, y al ver los tres comentarios me he animado.
El lunes volvemos de nuevo al trabajo y el trauma se hace muy cuesta arriba, Sara viene el lunes y el viernes ya plega, se esfuma, se va... y yo me quedo sola ante el peligro y ante el mal trago de dejar a mi niña con mi cuñada por la mañana y con mi madre por la tarde, y dentro de nada empieza la guardería y no sé que va a ser peor.
Antes de tener a Júlia yo era de las que el trabajo era lo primero y de las que decía que si tenía una hija, seguramente me la criaría mi madre y que iba directa a la guardería, pero después de tenerla, las cosas cambian sustancialmente.
Me duele en el alma tener que llevarla a la guardería, aunque sé que es lo mejor para ella (o no), no tendrá ni los seis meses y ala, a que se las vea con el mundo, sin su mami ni su papi al lado. Qué triste.
Mientras me mentalizo de que la guardería es lo mejor para ella, la empresa se encuentra en un punto... (siempre en el mismo punto, maldita sea: entra una persona, la enseñas, un año y se va, entra otra, la enseñas, un año y se va) Y así llevamos cuatro años y medio y ya me estoy empezando a hartar, aunque sé que es ley de vida, y que cuando yo trabajaba por cuenta ajena también me iba de los sitios y sé que jodía, porque a mi también me jode que se vayan. Unos que no encuentran trabajo y otros que no encuentran trabajadores. ¡Qué mal repartido está el mundo!
Esta noche estoy melancólica, o triste, o jodida o no sé siquiera si estoy.
La peque hoy ha tenido un día rarillo. No ha tenido siquiera fiebre por la vacuna, pero es una niña que no lloraba nunca, aunque me parece que ha descubierto que si llora le hacemos más caso y está empezando a probarnos. ¡Qué mona! Además ya se puede denotar en ella el perfeccionismo (¿lo habrá herdedado de mí?), cuando no puede hacer lo que ella quiere, como ella quiere coge unos cabreos de padre señor mío. Se ha tirado toda la mañana lloriqueando cuando se le caía el mordedor de los monitos, o cuando no podía comerse la libélula de su móvil musical, o cuando tampoco podía mordisquear la ranita portachupetes del carrito, o cuando se daba la vuelta en el moisés y se le quedaba el brazo enganchado y no podía sacarlo. ¡Vaya mañana me ha dado! Hasta que nos hemos ido dando un paseo al Caprabo a comprar agua destilada. Pero la niña no se ha dormido con el traqueteo del cochecito, seguía cabreada porque no se podía comer el caracol ni la mariquita; y cuando hemos llegado a casa le he dado un bibe de leche materna y seguía sin dormirse. Hice dos ensaladas para comer: y seguía sin dormirse. Ya eran las 13:40. Al final, la cogí en brazos nos fuimos al sofá, me la puse encima y por fin, gracias a Diós (o no sé a quién), se durmió. Unos instantes encima y la dejé en el moisés, para poder acabar de hacer la comida.
Durmió treinta y cinco minutos, menos da una piedra, ya que normalmente duerme menos.
Mañana le vamos a dar por primera vez en su vida papilla de cereales por la mañana, a ver que tal le sienta. Es adicta a la teta, la cuchara no le va nada. Por la noche teníamos que darle también papilla de cereales, pero he optado por darle los cereales en biberón, en contra de lo que me dijo la pediatra.
Las papillas por la noche eran un calvario. No comía lo que debía de comer y se ponía muy nerviosa y como a la tarde está con la papilla de fruta y no come mucho, no me gusta la idea de dejarla sin comer también por la noche. Por lo menos que se tome su biberón a gusto. Se queda planchada. Con las papillas de cereales, sin embargo, tardaba horas en dormirse.
Me voy a dormir que mañana me espera una gran odisea, puede que salgamos nadando entre leche y cereales.
1 comentario:
Ay, qué difícil... Nos vinculamos tanto a las nenas que después separarnos de ellas, por pocas horas que sean, resulta traumático... ¡Y a mí me parece que nos traumatiza más a las mamás que a los peques!
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