Como contaba en el post anterior, el concierto del Hotel Arts, fue desastroso. Vale que hay que adaptarse a los espacios, aunque sean pequeños pero no habíamos contado con un handicap importante: los camareros. En mi caso, por la situación del semicírculo (si podía llamarse aquello semicírculo) las soprano estábamos situadas a la izquierda de la sala, cerca de la puerta de entrada, cual cosa quiere decir que entre Ahuna y Ahuna los camareros entraban y salían de la sala con pastel, cafés y licores y una de las veces de la coreografía del Ahuna estuve a punto de virlarle un cafelillo al camarero que le hacíamos el pasillo como a los futbolistas.
Después de unas cuantas salidas de tono de alguna y otras que no lo daban yo opté por hacer play back a ver si tenía narices a pillarlo. Imposible. Aquello no tenía ni ton ni son.
Salí de allí indiferente, un poco cabreada, ya que las espectativas que yo había depositado en este concierto quizás habían sido demasiado altas y después del estropicio que me había pillado por sorpresa, no sabía que pensar y reaccioné así.
El segundo concierto nada que ver. Después de comentar el primer concierto en grupo antes de salir a la Iglesia de Santa Maria Mitjançera de Barcelona y no en profundidad, me relajé y me dejé fluir. Era lo mejor que podía hacer, visto que no puedes poner espectativas demasiado altas.
Aquí había que darlo todo. Habían muchas cosas en juego: familiares y amigos que venían a verme, la creación de un nuevo grupo de gospel en esta iglesia entre otras.
El back stage estuvo bien. Se creó una atmosfera muy especial, intensa y entrañable. Después de un Let de wick el director nos dijo que el Institut de Gospel falleció en Diciembre de 2009 y que nosotros lo habíamos resucitado. Sin nosotros aquello no podía haber sido posible. Y lo más importante: nos dio las gracias de corazón. Yo tenía un concepto de él antes del fallecimiento del Institut de Gospel. Pero ahora, día a día, me está demostrando que las personas pueden cambiar (no mucho porque la cabra siempre tira al monte), pero esa sinceridad, esa honestidad y esas gracias de corazón me conmovieron. ¡Qué se le va a hacer!
Salimos al ruedo y la iglesia estaba a reventar. Y a darlo todo. Disfruté mucho, aunque en el ahuna, que casi nunca me equivoco me equivoqué, y ¿a qué no sabéis una cosa?
Jordi hizo el esfuerzo de venir, mi madre se quedó con las nenas. Y allí estava en primera fila, en el suelo, cámara de fotos en mano. No quiso perderse ni un detalle. Y no se lo perdió. Como fan número uno, haciendo fotos y grabó un video.
Salimos eufóricos del concierto, el público se entregó mucho y con la ayuda de Clarence Bekker y Hugo, aquello fue, a mi entender, un éxito rotundo.
Cuando llegamos a casa me enganché al ordenador, fui a descargarme las fotos y el video. ¡Qué bien, un video! En las fotos sólo salía yo practicamente (es que Jordi solo tiene ojos para mi) y el video... ¡oh, el video! ¡Un video del Ahuna! Además únicamente del momento estelar de mi equivocación en la coreografía. Y con todo lujo de detalle, como dice él.
Me vais a perdonar que no cuelgue este video en ningún sitio.
Despúes nos fuimos a cenar con algunos del coro y luego para casa. El domingo, ni me podía mover y lo que es peor, no podía hablar. Estaba completamente afónica por el resfriado y por el sobre esfuerzo de voz. Luego fui recuperando la voz; primero voz de cazalla para convertirse más tarde en voz de Manolo el camionero.
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