Ayer por la mañana, lunes nos dormimos y eso de dormirte trae consecuencias: por un lado nervios a tope y por otro esa sensación (y hecho) de que llegas tarde a todos los sitios.
Si a eso le sumas que Berta se enfadó porque no quería ponerse el vestido que le había sacado del armario. Esta niña veo que será la futura guru de la moda, porque tiene muy claro siempre qué ropa quiere y qué zapatos quiere ponerse en cada momento. Me tiene frita. Y si no se pone lo que ella quiere, se tira al suelo, patalea, se enfada y hasta enseña los dientes apretados poniendo el cuerpo en tensión... apunta maneras.
Llegamos tarde a la guardería (bueno, tarde no a la guardería), la llevé más tarde de la hora límite que puedo llevarla para no llegar yo tarde a trabajar.
Camino al trabajo, me encontré una caravana del quince en la autopista. Todos los coches que se ponían en mi camino iban pisando (pero literalmente pisando huevos) y para colofón final a un minuto del trabajo, me cortan la calle para que una grúa enorme tire marcha atrás más de media calle para subirse en un trailer enorme. Tardó como diez minutos en hacer esa maniobra, pero para mi fue como una hora, porque se me hicieron eternos. Esos minutos que llegué más tarde a trabajar, son los minutos que salí más tarde del trabajo, con lo cual es toda una cadena.
Por la tarde, recogí a los niños y mientras comía les puse dibujitos y después nos fuimos al parque. Hoy tocaba clases de montar en bici para Xavi. Así, es que la odisea de llegar al parque desde casa, con los tres niños sobre ruedas fue peculiar.
Berta en patinete, Júlia sin problema con la bici y Xavi que no podía casi con la suya.
Cogí las palas y los cubos y antes de empezar las clases de montar en bici, estuvimos jugando en la arena.
En el parque de al lado de casa, que hacía mucho tiempo que no íbamos, con motivo de las elecciones, han puesto más columpios y un arenal enorme. Así es que se pusieron a hacer castillos, yo me lié con la pala a hacer agujeros para sacar tierra mojada para poder hacer las formas de los moldes, se sacaron los zapatos y Berta se sentó y se enterró las piernas como si estuviera en la playa. Xavi hizo un montón de castillos y Júlia hizo los pastelitos más perfectos del mundo. ¡Qué perfeccionista que es!
Después, cuando llegó Jordi y cuando ya estaban hartos de hacer pastelitos y jugar por todos los columpios volvimos a las ruedas. Hinchamos la rueda de la bici de Xavi y volvimos a las clases. Y por fin aprendió a ir en bici sin rueditas pequeñas. Estaba tan contento y tan feliz...
En el ascensor de casa, cuando bajábamos me decía "es que me duele mi pierna" (escusa para no montar en bici) pero después su cara de felicidad no tenía precio. Cuando vino su madre fue corriendo a la bici para enseñárselo y literalmente le arrancó el móvil de las manos para llamar a su padre y decirle "que ya sabe manejar la bicicleta"...
Fue una tarde muy chula, se portaron super bien y para nada me estresé (cosa rara, porque ya sabéis que los parques me estresan).
Berta ya está cambiando la forma de jugar, ayer parecía que ya me podía ir relajando un poco con ella (sin bajar la guardia nunca, claro)
Cuando nos fuimos del parque, nos encontramos a Emma y Xavi super contento le dio la noticia del día "que ya sabía manejar la bici"...
Cuando llegamos a casa estaban tan agotadas, además era tardísimo, como las 20:45 h.
Me metí en el baño con Berta y a Júlia le salió el cansancio de golpe y la pelusilla. Tanta que Jordi me dijo si tenía una bolsa de basura industrial para recoger la pelusilla que Júlia iba dejando por todos los sitios de la casa. Nos dijo de todo: que ya no nos quería, que ya no nos iba a hacer caso nunca más, que ya no nos iba a hacer nunca más "machaches" (masajes) si no le hacíamos muchos mimitos... y toda esa retaíla de cosas que dice cuando la pelusa puede más que ella.
Por suerte cuando conseguí meterla en la ducha y estuve exclusivamente para ella (dejé a Berta a medias y vino Jordi a acabar de vestirla) se le pasó todo y se puso la mar de contenta...
La cena pasó bien, pero cuando llegó la hora del cuento, siempre tiene que ser el cuento que ella diga, la pobre Berta siempre se tiene que adaptar y eso que Berta siempre quiere el cuento del Soldadet de plom, que le encanta. Explicamos uno de princesas y cuando acaba el cuento, Berta siempre se estira encima mío y cuando le dije a Júlia que nos dábamos un "petó i una abraçada" me dijo que le molestaba Berta y no podía ponerse bien para darme el beso y el abrazo y otra vez de morros y con pelusa... se durmió sin darme el beso. Estaban agotadas y yo con un dolor de cabeza que me moría.
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