Odio los gatos. No soporto a los gatos. No puedo con los gatos. Me sacan de quicio los gatos. Y menos, los gatos de la vecina.
Y digo yo ¿si odio los gatos por qué tengo que soportar los gatos de los demás?
Cuando nos mudamos a Sant Cugat, los que nos vendieron el piso nunca salían a la terraza porque entre otras cosas, había gatos y también los odiaban. Se cagaban en las macetas, les escarbaban la tierra, rompían las plantas, etc...
Una de las razones por las cuáles compramos este piso era la terraza y no estaba dispuesta a no utilizarla y menos por los dichosos gatos.
Los vecinos de al lado tampoco podían con los gatos. Los gatos eran salvajes, una de las tantas colonias de gatos salvajes que hay en mi pueblo.
Me dispuse a arreglar la terraza, pasé horas y horas recolectando y transportando piedras (cantos rodados) de los ríos y playas donde iba de vacaciones para poner en las macetas. Usé todo tipo de repelentes para gatos, en spray, en polvo, rocié de amoniaco todas las repisas de la terraza, rocié con pimienta todas las plantas y muretes... un arduo trabajo hasta que conseguí que los dichosos gatos no entraran en mi terraza. Estuve bastante tiempo para conseguirlo. Al poco, mis vecinos de al lado vendieron el piso y vino un matrimonio encantador, mayores de unos sesenta y pico de años... unos vecinos excelentes, ¡menuda suerte! Pero no todo es tan maravilloso. Ella es amante, amantísima de los gatos y se instalaron en su nuevo piso con su lindo gatito.
Su lindo gatito no es el que me molesta, porque lo saca a la terraza con cadena para que no se escape y no vaya por ahí, no. Ese no es el problema.
El problema es que le ponía agua y comida a los tropecientos gatos de la colonia y ¿qué pasó? Pues que la mierda de los gatitos se volvieron a creer los reyes de la terraza.
Hablando con la vecina y poniéndole en antecedentes pasados (todo mi arduo trabajo de echar fuera los putos gatos de mi terraza), nos pusimos en contacto con el responsable de las colonias de gatos de Sant Cugat. Y vinieron. Y se llevaron unos cuantos.
Al cabo de poco, mis vecinos del otro lado, también se mudaron. Y alquilaron el piso. Y los inquilinos también son amantísimos de los gatos. Y también traían su gato. Mecagontó ya con los putos gatos.
Éstos, incluso hicieron una cúpula de madera para que el gato no saltara por el patio de luces al mío. Eso sí que lo tienen mis vecinos que son muy respetuosos, todo hay que decirlo. Saben que odio los gatos y hacen todo lo posible para que no me molesten sus gatos. Sólo que a veces, de madrugada, se ponen a jugar con una garrafa de plástico de agua en el patio de luces o a maullar, o a jugar con una canica por la noche (y tengo que aguantar el ruidito de la puta canica rodando por el suelo).
Vecinos con sus gatos controlados, he tenido que soportar cagadas y vomitadas de gato en mi terraza, incluso una gata parió en mi terraza, en verano, encima de la alfombra de césped que pongo a las nenas para poner la piscina; me dejó la alfombrita llena de pelos, sangre y líquidos varios. Hecha una mierda vaya, para tirarla a la basura con el olor insoportable que aquello hacía. Y encima, yo, con el gen madre sensible, aún le ponía leche a la gatita que amamantaba a los suyos...
Dos veranos. Dos piscinas pinchadas. Este verano, he decidido no poner piscina, porque estoy hasta los cojones de los putos gatos.
Y aunque al fin parecía que me había librado ya de los gatos, aquí no acaba la historia.
Otra vecina, que vive sola se ha agenciado de una nueva mascota: un gato, por supuesto, para que le haga compañía. Y lo deja suelto por la terraza. Y el cabronazo se ha hecho dueño de la terraza. Pero no de la suya, de la de mi otra vecina, que ni tiene gato y que los odia también y de la mía. ¿Y donde va el puto gatito a hacer de las suyas? A mi terraza y a la de mi otra vecina que odia los gatos. Se nos caga en las plantas, escarba la tierra, las rompe. Es tan descarado que sube por las escaleras y como te dejes la puerta abierta entra en tu casa sin avisar y de repente te pegas unos sustos que no sabes ya que hacer con el jodido gato.
En tres ocasiones he conseguido ponerlo chorreando de agua con la manguera, para demostrarle quién manda en mi terraza. Pero él pasa de todo y más viene a cagarse y a fastidiarme. Tengo pendiente una charla con su dueña, porque sí le preguntó a mi vecina de al lado que ama los gatos si le molestaba el gato, a mi no me lo preguntó y su gatito me tiene ya hasta los cojoncitos.
Con el viento que hubo esta semana, se nos cayó el paraguas dió a una maceta y se rompió. Ayer por la tarde estuvimos en la terraza trasplantando la planta accidentada y vi que el puto gato se había agenciado de una maceta para hacer sus cacas y estaba llena de cacas. ¡No os podéis imaginar qué peste que hacían las malditas cacas!
Vacié la jardinera de la tierra y las cacas y casi vomito. ¡Qué asco! ¿Y por qué tengo yo que aguantar esto? ¡Quién quiera una mascota que la tenga en su casa! Yo no tengo:
A) Ni que aguantar la mascota de nadie y
B) Ni que limpiar las cacas de ningún puto gato
Después del faenón que nos dimos ayer con la sesión de jardinería y limpieza de la terraza, esta mañana cuando me estoy vistiendo, veo que el gato de la otra vecina (la de la casa de enfrente, que también tiene dos gatos) está en el murete de la terraza de mi vecina de al lado y mientras lo observo por la ventana, oígo un ruido y una maceta que cae, (por suerte el tiesto de la olivera ha impedido que caiga al suelo y se rompa) miro y ahí está, lo he pillado con las manos en la masa; el cabrón ha empujado el tiesto (que pesa un huevo y me pregunto si este gato tiene super poderes porque el tiesto pesa lo suyo) y lo ha tirado.
Me ha entrado un nosequé por el cuerpo... cojo una chancla de piscina y me voy a la terraza, chancla en mano para tirársela y como ya me va conociendo ha salido corriendo por patas y se ha metido en su casa. Pero le debo una.
Se me ha pasado de todo por la cabeza, desde ponerle una latita de atún con sorpresa para que no le pueda explicar nunca más a nadie que comió hasta una sardinita arenque con guarnición explosiba o un ovillo de lana rociado con alguna sustancia psicotrópica. En mis fantasías me he visualizado un montón de veces deshaciéndome del gatito, pero es que soy incapaz de matar un caracol. De este fin de semana no pasa que hable con la vecina de más allá para zanjar de una vez por todas el tema de su puto gato.
No puedo ni tener mis sillas de jardín en la terraza, porque claro, se duerme de narices y me las llenan de pelos y me las ensucian, eso, si no les da por afilarse las uñas en la madera de teka. Cabrones.
Y es que una vez más la Ley de la Atracción es infalible: no QUIERO GATOS, toma gatos.
4 comentarios:
No Mariajo,
Acógete a la fe verdadera...
LOS GATOS SON BUEEEEEEEEENOS. O a mí me gustan, quizá...
O no te acuerdas de Misha??? los hay que son un encanto.
Miau,,,-))))
Eso sí,
yo no la tenía suelta destrozándo las macetas de nadie...
Ya sabes que mi experiencia gatil es chunga, la única gata que he apreciado ha sido Misha, la única, el resto ninguno ya sabes que soy de perro y ya sabes que misha tenía personalidad de perro, si no, ¿qué gato a venido a saludarte a la puerta moviendo la cola? ninguno, solo ella. por fin he hablado con la dueña de la gata que no tenía ni idea de mi guerra con su gata y ya no la sacará más a la terraza, por fin mi lucha con la gata ha terminado sin llegar a las manos ni cosas peores, a ver si respiramos una temporadita de gatos, es que se me ponen los pelos como escarpias nada más pensar en gatos... de verdad que lo siento, por mas que intento que me gusten no lo consigo.
besitos
Pues llévatelo a tu casa
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