Desde que eres pequeño, la imagen de una Tía Abuela, es una persona mayor. La tía abuela, es la hermana de tu abuela, por consiguiente las abuelas son personas más mayores de lo que uno es ahora; siempre tenemos en mente, que es una persona mayor de 50 años.
Pues bien, este es uno de los mitos que se me ha venido abajo, porque YO YA SOY TIA ABUELA con 37 años. ¿Qué os parece?
Mi sobrina Esther (19 años) ha traído al mundo a su churumbel, después de creo que 12 horas de parto, Uriel un bebote de 3,5 k (aprox) y 51 cms, nació el domingo a las 8:30 h de la mañana y ha hecho a mi cuñada abuela a los 42.
Ayer por la tarde fuimos a verlo. Fuimos las tres: Júlia, Berta y una servidora.
Yo no sé que me pasa los lunes últimamente, no sé si es el calor o mi reclusión en el despacho que estoy aplatanada y eso que no paro de hacer viajes para arriba y para abajo recogiendo niñas (por suerte sólo dos, en estos momentos me planteo lo del tercero y no me veo capaz).
Llegamos al Hospital y antes de subir a la habitación, me saqué un café en la máquina a ver si me espabilaba.
Júlia y Berta espectantes con el funcionamiento de la máquina de café. Berta se pegó tanto al agujero por donde sale el vaso que cuando salió pegó un bote hacia atrás diciendo "uiix", Julieta y yo nos reíamos tanto, que no podíamos parar y Berta se enfadó, nos miró y nos dijo muy seria:
Berta: ¡No fa gasia hombe! - y Júlia y yo más nos reíamos aún y ella repitió:
Berta: ¡No fa ga-si-a hom-be! y Julieta yo venga a reir.
Subimos a la habitación y había un montón de gente, los abuelos (mi cuñada y mi cuñado) la madre del padre de la criatura, las hermanas de los padres del bebé, la prima... en fin, un montón de gente que poco a poco se iban yendo y así se quedó la habitación más tranquila.
Las nenas tímidas al principio de tanta gente que había pero en cuanto nos quedamos ya en familia, Berta empezó a jugar con las cortinas y yo temerosa de que las arrancara fuimos a ver al bebé que dormía plácidamente en su cunita transparente.
Júlia no se atrevió ni a tocarlo por lo prudente que es y el empeño de Berta era tocarle las manitas y la cara y lo destapé un poquito para que le tocara las piernecitas y saciara su curiosidad.
Es clavado al padre. Contra todo pronóstico (el bebé había salido al fin con fórceps y que generalmente los recién nacidos no son muy agraciados), Uriel tenía la piel rosadita y un cutis muy fino. La verdad es que mi sobrino - nieto es muy bonito, de esos que hacen que la baba se te caiga a raudales.
De momento no tengo autorización de los padres para poner su foto en mi blog, para que veáis lo guapo que es, pero en cuanto me den la orden de salida allí que voy a colgar la foto.
Los dos están bien, madre e hijo, pero la madre tiene los riñones y el culo hecho unos zorrillos de apretar para que saliera la criatura. Decía que no se iba a poner la epidural y yo le dije, que en mi caso, no había salido de casa que ya estaba llamando al hospital para que la fueran preparando y al final no hacía más que pedir que la pincharan para que se la pusieran. A veces nos creemos que podemos con todo, pero parir es duro, aunque después se te pase todo cuando tienes al bebé en brazos. Por esa razón y por la pereza de un nuevo embarazo (a parte de otras claro, económicas y logísticas) no nos decidimos por un tercer hijo.
Muchas mujeres dicen que cuando están embarazadas es cuando mejor se encuentran, pero desafortunadamente no ha sido mi caso. Todo y no tener unos malos embarazos, de esos de estar en la cama parte del mismo o en su totalidad, puedo confirmar que mi caso no ha sido ese. Pude trabajar hasta el último día y podía ir de aquí para allá.
Con Júlia vomité los tres primeros meses y el parto duró 2 horas 50 minutos. No rompí aguas. Con las pruebas que te hacen, me dijeron que tenía el cuello tres milímetros más ancho de lo normal y más corto, indicativo de que pudiese tener un síndrome de down y me tuvieron que hacer la amniocentesis; me la hicieron en diciembre y entre lo que tardan los resultados y las vacaciones de navidad, la incertidumbre de la espera de los resultados es un sin vivir. Después me diagnosticaron diabetes gestacional y me tuve que estar pinchando tres veces al día cada día para controlar los niveles de azúcar, un engorro y yo que tengo pánico a las agujas. Horrible. Acabé con todos los dedos destrozados por los pinchazos.
Con Berta vomité del primer día al último. Todo el día tenía que comer porque si no vomitaba. No tuve diabetes gestacional y mi cuerpo solo me pedía bollería industrial y gluten por un tubo (tengo intolerancia al gluten). Me puse como una vaca, engordé 20 kg y al contrario que con Júlia, que me engordé solo diez y cuando nació los diez kilos desaparecieron, con Berta, salió la niña y los 20 kg se quedaron durante bastante tiempo en mis carnes. Menos mal, que cuando me quedé embarazada de Berta, pesaba 10 kg menos que cuando me quedé de Júlia, pero en ambos casos estaba pariendo con 85 kg y metro y medio que mido. Valía más la pena saltarme que darme la vuelta. Pero es cierto que tengo dos hijas maravillosas, sanas, guapísimas y muy inteligentes que me enorgullecen cada día más de mi condición de madre y son mi motor y mi motivación para superarme cada día un poco más y aprender a ser mejor madre y mejor persona.
De aquí el título de este blog: empezando a empezar. Empezando a empezar a ser madre, empezando a educar, empezando etapas nuevas con cada año que cumplen las niñas... empezando a empezar muchas cosas. Y ahora empezando a empezar a ser tía abuela, a ver que tal se me da.
Cuando salimos del hospital estuvimos un ratito en el parque que hay en el recinto del hospital y para casa a seguir con la rutina diaria de los baños, las cenas, el cuento y el luralá que ayer fue fluído y Júlia se fue a dormir por fin riendo y feliz (Berta no quiso estar encima mío y se pudo poner ella).
1 comentario:
preciosa, eres una gran madre :) creo que todos habíamos entendido lo de "empezando a empezar", porque esto de la maternidad es algo muy grande pero todo un reto! un beso gigante!!!!
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