Pues hoy ha sido uno de los días más esperados por las niñas: la llegada del Tió. Nos hemos puesto a hacer las galletas y como era de esperar por estas fechas, al olorcillo de unas ricas galletas de mantequilla y canela ha venido el goloso del Tió.
Me alucina el cambio que ha hecho Berta. ¡Qué grande se está haciendo ya! Si la hubieseis visto como cortaba ya ella solita las galletas, ¡vaya dominio que tiene la bicho ya! Las ha cortado perfectamente, ha sacado delicadamente la masa restante y ha hecho una bola con lo que sobraba y me la daba para que la volviera a amasar.
Júlia, ¡qué decir de Júlia! Ya es una experta repostera-galletera.
Hoy he experimentado con estas galletas y me he llevado una gran sorpresa. Las he metido en el horno y han crecido como cuatro veces su volumen inicial, con lo que en la primera hornada se me han unido unas con otras y han perdido su forma, pero a partir de la segunda bandeja, ya no me ha pasado. He puesto muy pocas galletas y muy separadas, de manera que me han quedado perfectas. Pero no me he podido resistir y me he tenido que comer una de postre, porque buena parte de la tarde haciendo galletas y oliéndolas, era imposible resistirse a comerse una.
Hemos estrenado unos moldes de cortar galletas que compré hace dos días en Ikea.
Y cómo era de esperar a ese olorcillo hemos oído aporrear la puerta. Alarmados hemos ido a ver quien era. Júlia no se atrevía a abrir la puerta a pesar de que le hemos dicho que la abriera y Berta ni se ha movido de la cocina. Estaba aterrada y se ha quedado cortando galletas...
He abierto la puerta y ¿quién era?
Pues eso, el Tió. La sonrisa de oreja a oreja de Júlia indescriptible. Ha llamado a Berta gritando de contenta y cuando ha salido Berta y ha visto el Tió... se ha liado buena. Se han puesto locas de contentas. Y mientras yo horneaba galletas ellas ya se olvidaron de las galletas y han cogido al Tió, le han enseñado la habitación de jugar ordenadísima y me han dicho que el pobre tronco no se ha caído de culo de lo ordenada y limpia que estaba.
Sus caras eran un poema. Sólo por eso vale la pena montar el tinglado de ponerte a hacer galletas para que venga el Tió al olorcillo y montar el teatrillo que montamos para crearle emoción al tema. Ay, la inocencia. Lo que más me gusta es que lo recordarán con mucho cariño. Júlia y Berta se acuerdan perfectamente de la estancia del Tió el año pasado.
Le han puesto de comer manzana y cuando ha desaparecido del plato (me la he zampado yo en un despiste de ellas) luego le han puesto agua, que en otro despiste se la ha bebido su padre y la cara que han puesto no se paga ni con todo el oro del mundo...
Luego han estado un momento preocupadas y preguntándose donde iba a dormir el Tió y le hemos montado la cama, con dos cojines y lo han tapado con la mantita. Luego le han cantado una nana y el tronquito se ha dormido porque estaba muy cansado del largo viaje que ha tenido hasta casa. Si lo tratan así, no me extraña que se quede hasta marzo, con el frío que hace en el bosque.
Y de momento esto es todo, que mañana tengo concierto de gospel. Tengo que estar en Barcelona a las 10:00 h y son ya las 2:15 h. Aix, que duermo menos que el tronco, que tiene los ojos muy abiertos...
1 comentario:
He probado las galletas y están muy buenas, lo haré con mi hija. Adoro la canela. Con vino tinto hervido es una delicia, sobre todo cuando hace frió. Una especialidad de mi país. Besitos
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