martes, diciembre 28, 2010

Día 24 de Diciembre de 2010

¡Qué día más intenso! Por la mañana voy al trabajo y a media mañana nos vamos al Tanatorio de Les Corts en Barcelona, donde hemos quedado a las 12:00 h con algunos de los miembros del Institut de Gospel Barcelona, para darle el último adiós a Joan. La familia nos ha pedido que le despidamos de la mejor manera que sabemos: cantando.
Cuesta mucho cantar. Hay que contener la emoción y las lágrimas, pero seguro que a él, que nos escucha ya desde otro plano puede que le de paz. Quien sabe.
Hemos cantado Amen, Rock my soul (mece mi alma) y Aleluyah. Un drama.
Y después de aquí tengo que cambiar mi semblante camaleónicamente y me dirijo al restaurante donde tenemos la comida de empresa. ¡Qué difícil!
Acabamos a las 17:30 h por lo menos. Camino a casa me detengo en el Caprabo a comprar algunas cosas que me hacen falta para estos días de Navidad.
Hoy es 24. Hoy caga el tió. Después del mal cuerpo del día, hay que hacer de tripas corazón y todo por las niñas.
Como cada 24 de Diciembre por la tarde, me encuentro envolviendo regalos. Esta vez en el trastero. Cuando ya estuvo todo envuelto, subí a casa. Llamé a Jordi al móvil para que las despistara en la habitación y se le ocurrió poner música y encerrarse en la habitación a bailar con ellas. Lo mejor, es que cuando yo entraba llegaba mi madre también y querían continuar en la habitación con la puerta cerrada y bailando. ¡Qué monas!
Regalos escondidos, nos pusimos a poner la mesa y Júlia y Berta querían colaborar. Improvisamos unos centros de mesa con velas navideñas y bajé al trastero a coger unas bolas de navidad que pusimos en los platos blancos. Quedó monísimo.
Vinieron mi hermano y su familia y cenamos prontito. Nos pusimos por fin a hacer cagar al Tió. Saqué tres palos de fregonas que tenía en el armario del lavadero y a Berta le di el palo de empujar su bici. Menudo cabreó que pilló. No quería ese palo y mientras intentaba arrebatarle el palo a su primo Pau (de 10 años), me fui a fuera y desmonté la escoba para que estuvieran todos en igual de condiciones.
Picaron, picaron y picaron y el Tió, cagó, cagó y cagó.
Para Júlia y Berta: un juego enorme de plastelina: heladería, peluquería y hamburguesería, vajilla completa de la Kitty y cubertería, turrón de las princesas, chuches y chocolates varios.
Júlia: ratolines tipo furbys (en realidad el suyo es un gato) pero ella dice que es un ratolí. Caja de música con cuentos de princesas, dragons i caballers. Set para pintar 3D de las princesas, un collar muy chulo que les hizo mi madre, un anillo de lentejuelas (muy chulo también) y no me acuerdo que más.
Berta: otro ratoncillo, un cuento con fotografías de animales, un teléfono móvil de La Casa de Mickey Mouse, un Gussi Luz, otro collar y tampoco me acuerdo que más. Estuvieron picando bastante rato. Lo mejor de todo las caras de inocencia y de ilusión. Nada más que por esto vale la pena.
Mi familia se fueron temprano, cerca de las doce menos cuarto. Entramos en la habitación de las nenas para ponerles el pijama y dormirlas y me senté en el sillón, me quedé frita. Antes que ellas. Les dije que sentía mucho no poderles cantar el Luralá (Tura Lura Lura - nana Irlandesa) y me ensobré en mi cama. Al día siguiente Navidad.

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