viernes, abril 29, 2011

El día no es como empieza, si no como acaba...

Hoy he llegado puntual al trabajo. A las nueve y media en punto como un clavo estaba en el despacho. La jornada de hoy tranquila, lo de siempre llamadas para intentar embaucar al cliente potencial para que me reciba. He conseguido dos visitas. No está mal, podría no haber conseguido ninguna.
Al final he salido muy tarde, a las cuatro y eso es terrible, porque significa, que llego a mi casa a las cuatro y veinte o y veinticinco. He comido como los pavos, hoy sí y he llegado cinco minutos tarde al cole. Menos mal que la maestra de Júlia es un encanto y siempre se espera si fuese otra que yo me sé se la endosa a la de los casales y aunque esté dos minutos te cobran como si se hubiese quedado esporádicamente y creo que son unos cinco euros. Esto me recuerda que a final de curso tengo que hacer algo con ellas (que ya sé lo que voy a hacer pero no lo voy a desvelar por si lo leen).
Cuando estaba cargando a las nenas en el coche, una señora con su madre y su hijo en otro coche se paran para preguntarme por una calle. La mía. Pero para explicárselo era complicado, así es que le dicho que me siguiera hasta que le hiciera una señal. Nos topamos con una rotonda y la señora se va por otro camino y yo he dado un cambio de sentido, metiendo el culo del coche en un parking para ir a la caza y captura de la señora perdida.
Cuando las he encontrado de nuevo (suerte que había aparcado ella el coche) le he dicho que por ahí no era y que volviera a seguirme.
Júlia: Mama, estem jugant a perseguir? Ens está perseguint la senyora?
Yo: Júlia, es que aquesta senyora está perduda i l'estic amcompanyant fins a la botiga de Magia que hi ha sota de casa nostra.
Júlia: És molt divertit. Per què no la despistem?
Yo: Júlia, pobreta la senyora está perduda, l'hem d'ensenyar el camí.
Júlia: Vale.
Y cuando he dado alcance de nuevo a la señora la he dejado encarrilada ya en la calle delante de la tienda de Magia. Ha quedado agradecida y yo más, porque sé que lo que das es lo que recibes y una vez ya me pasó, que estaba perdida y una señora ni corta ni perezosa se subió en mi coche y me llevó hasta el mismo parking de la iglesia donde teníamos el concierto de gospel. That's all!
Las he llevado a casa de mi madre, porque hoy iba a Barcelona a ver la nueva hija de mis jefes. En tres años, tienen cuatro hijos. El mayor que tiene tres años, el 30 de Octubre cumplirá cuatro, los gemelos que cumplirán 2 años en Julio y la peque que nació el martes.
Tranquilamente he ido a la estación y he cogido el tren, no me apetecía ir en coche en hora punta, así en el tren iría tranquila y podría leer el apasionante libro que me estoy leyendo real como la vida misma, el de Diario de una madre  imperfecta.
El tren estaba abarrotado pero he encontrado un asiento. Nada más sentarme, la chica de delante no podía ser más discreta, hasta se ha agachado y doblado la cabeza para mirar que libro me estaba leyendo.
La verdad es que me estoy riendo bastante con el libro y el trozo que me estaba leyendo hoy ha dado para que me diera un ataque de risa, pero en pleno tren y abarrotado de gente me he tenido que contener la risa, no era plan de ponerme a reir como una posesa para que se pensaran que estoy como una completa cabra.
He llegado a Barcelona, me he bajado en la estación de Sant Gervasi y he salido en Plaza Molina, justamente la plaza donde esperamos a que abrieran la  churrería la noche de la despedida de soltera y he vuelto a reencontrarme con el árbol que Carmen utilizó para su espectacular baile.
El aspecto que la plaza tenía hoy era totalmente diferente al del otro día. El otro día a las seis de la mañana, no había ni un alma, hoy estaba la plaza invadida por las mesas y las sillas de las cafeterías, gente que andaba en todas direcciones...
Antes de entrar a la Clínica del Pilar he pasado por una tienda de chuches y como le había llevado un modelito a la nena, he pensado que si estaban los peques... total que les he comprado tres conos de chuches para ellos. Luego no estaban, pero ya se encargarán sus padres de darles las chuches, que bien seguro es que se pondrán morados de sugus, gominolas y lacasitos.
La niña guapísima. Pequeñita, pero larga. Y que poco pesa. Mi jefe me la ha cedido, solo por cinco minutos, pero han sido más por lo menos veinte. Ya no me acordaba de los bebés recién nacidos. Se me caía la baba y entonces ha aflorado de nuevo el instinto maternal y las ganas de tener un nene, pero cada vez que le hablo del tema a Jordi, me dice que si estoy loca o qué. Claro, él ya tiene sus dos niñas. Claro yo también, pero yo quiero mi nene. De momento el está cerrado en banda y la verdad, es que en momentos como hoy, me dan muchas ganas de tener un niño, pero ¿y si es otra niña? No pasaría nada. Pero, ¿y si vienen unos gemelos? Tampoco creo que pasara nada, pero creo que nos daría un síncope. 
Por otro lado, pienso en el embarazo y me da algo. Volver a engordarme, con lo que me ha costado sacarme los 26 kilos de encima. Uf!! nada más pensarlo me pongo mala. Es ahora que estoy un poco descontrolada y me he puesto dos kilos y medio; la culpa es de los colacaos y del chocolate que por las noches se ponen a llamarme a gritos para que me coma un poquito y me tome uno y yo siempre caigo en sus redes.
Conclusión: el lunes empiezo de nuevo el ayuno. 10 días, más los 3 de recuperación. Sagrado. Después se han roto los malos hábitos y vicios chocolatiles y vuelta a empezar a ver si soy capaz de llegar a los 55 kg, para tener siempre ese margen de tres kilos arriba, tres kilos abajo.
A la vuelta de Barcelona a empezado a llover. Cuando he llegado a Sant Cugat, llovía a mares. El móvil me ha sonado varias veces. Era mi amiga C.. En el momento de salir de la estación, con la tontería del móvil y viendo como llovía me he equivocado de salida y en vez de salir por la que me permitía ir al otro lado de la vía, he salido por la que va directamente a la calle. Cuando me he dado cuenta, ya había validado el billete para salir de la estación. Por suerte mis primas tienen su centro de estética en la misma estación y me he pasado a ver si me podían prestar un paraguas y por suerte divina, tenían uno para mí. Vuelvo a la estación y le explico al señor de uniforme de los ferrocarriles que me deje pasar al otro lado de la estación porque tengo el coche en el otro lado de la calle y total por no darme un vueltón del quince yendo por la calle... me abre la barrera y accedo a la otra vía y voy a salir por la puerta de minusvalidos, pero mientras espero que entren unos chicos que se cuelan. Pasa el primero, abre las puertas forzándolas y pasa y cuando va a pasar el segundo se le cierran las puertas y le pilla la cabeza, se le cierra la puerta en todo el cuello y se queda con el cuerpo dentro y la cabeza fuera y las manos cogiendo las puertas y entre él y su amigo consiguen abrir las compuertas, acceden a la vía y se han colado por todo el morro; al que se le ha pillado la cabeza le tenía que haber hecho una foto, casi se le salen los ojos de la órbita y la cara que ha puesto de susto, tremenda; pero que quieres, Diós castiga sin palos.
Es mi turno. Me acerco a las compuertas. Se abren. Entro. Se cierra la compuerta a mis espaldas y la puerta de delante no se abre. Voy a introducir el billete para salir y me dice que está fuera de servicio. Y me quedo atrapada dentro de la salida de minusválidos. Ni para la calle, ni para la vía. Atrapada. Vale. Que no cunda el pánico. Si hubiese ido por fuera de la calle ya estaría en el coche camino a casa. Minuto y medio interminable. Las puertas siguen sin abrirse. Me pongo en el centro y se abre la puerta por la que había entrado. Respiro. Me voy a la otra salida. Vuelvo a introducir el billete por la ranura de la máquina para salir y me dice que el billete no es válido (ya lo había utilizado para salir la primera vez de la estación). No hay ningún tipo ni ninguna tipa con el uniforme de los ferrocarriles. Vuelvo a pasar por el paso subterráneo de nuevo al otro lado de la vía. Diviso a la del uniforme. Le cuento mi vida y me dice que las máquinas hoy están abiertas que me acerque y se abrirán. Vuelvo a pasar otra vez por debajo de la vía, me acerco a la maldita máquina y por fin soy libre. He conseguido salir de la estación.
Me dirijo al coche por una calle estrecha y llena de bolitas de esas que caen de los árboles. Acera de unos 60 cms pero a mitad de la acera y cada seis o siete metros un árbol en medio de la acera. Viene un coche a toda pastilla. Toda la calle encharcada, medio palmo de agua reposa sobre el bordillo. Pasa coche y no frena, salpica toda el agua y suerte que he tenido de tener el paraguas que me han dejado mis primas me he podido cubrir y solo me ha mojado los zapatos, pero con la presión que iba el agua, me ha calado hasta los huesecillos de los pies, pues hoy iba calzada con mis super bailarinas en vez de las botas...
Por fin llego al coche, me monto y ya voy camino a casa.
Cuando caen cuatro gotas, la gente se tira a la calle con sus coches y hay un atasco monumental. Me armo de paciencia, ya llegaré.
Entro en el parking y en nuestra plaza esta el coche de Jordi que ha ido a buscar a las nenas a casa de mi madre. Vuelvo a salir del parking y aparco en la calle.
Cuando he llegado a casa ya estaban bañadas. Entro hablando por teléfono con C. Cuelgo y le digo que después le llamo. Las nenas gritan descontroladas y se abalanzan encima mío al grito de "maaaammmaaaaa, maaaammmmmmaaaaaa" y se abrazan a mis piernas. Es como tener perrillos en casa, que cuando llegas te dan la bienvenida...
Tardo un buen rato en decidir que voy a cenar y mientras me hago una ensalada, vuelve a sonar el teléfono. Otra vez a engancharme al teléfono; esta vez con I. una mama del cole. Jordi se va a cantar, hoy le toca ensayo. Yo cenando. Las nenas, lejos de estar estiradas en la cama ya relajadas, están en la habitación de jugar como una moto. Menuda nochecita me espera. Acabo de cenar y negociando para que vayan inmediatamente a la habitación a dormir. Hacen caso omiso. La negociación a subido de tono y ya estoy chillando otra vez como la teniente O'neill para que se dirijan a sus puestos. A sus catres. Caso omiso y cuando por fin consigo meterlas y justo planto el culo en el sillón para dormirlas, vuelve a sonar otra vez el maldito teléfono. Es C. y le digo que en cuanto acabe de dormirlas las llamo.
Consigo dormirlas. Bueno Berta no se ha dormido, pero he cantado ya el luralá como 40 veces. Llamo a C. y mientras hablo con ella Berta sale de la habitación y así hasta tres veces hasta que al final cae rendida y se duerme.
C. me dice que va a dormir a las nenas y que luego nos llamamos. Le digo que me haga una perdida porque nuestro teléfono cuando suena, suena como un descosido. Me hace la perdida, la llamo y estamos 42 minutos hablando.
Que cansada estoy, pero me apetecía explicaros mi día de hoy. Ahora sí, me voy a dormir que no puedo más.

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